quinta-feira, 30 de agosto de 2012

El fin de la centralidad obrera. Presentación esquelética de lecturas e hipótesis





Como se adivinaba ya en la exposición de los italianos, la lectura de los procesos que se han vivido en los últimos 20 años, y que hemos recogido bajo la expresión de "fin de la centralidad obrera", admite una pluralidad de hipótesis que en ningún caso puede ser ya reconducida a la centralidad de un único eje de interpretación de lo real. Y no sólo son lecturas diversas sino en muchos momentos, como se vio, fuertemente encontradas en lo que se refiere a las prácticas y a las luchas que se derivan de ellas. Por eso nos parece útil tratar de situar un poco las cosas e hilvanar, lo más esquemáticamente posible, algunos conceptos. Dispondremos así de un mapa, aunque debemos tener presente que los mapas sólo pueden guiarnos si somos capaces de encontrar atajos, inventar rodeos o imaginar la prolongación de aquellos caminos que no sabemos dónde nos llevan.

Lo que se pone en juego a la hora de leer e interpretar esta serie de procesos a los que hemos llamado "fin de la centralidad obrera" es si lo que en ellos se dibuja son o no los síntomas de una ruptura y cuál es su alcance. Dicho de otro modo: ¿la serie de procesos que acabamos de describir son la modificación superficial de los parámetros que regían el viejo mundo, desplazan y resignifican los conflictos y contradicciones anteriores, hasta el punto de configurar un nuevo régimen de producción, nos hablan de una ruptura de tal magnitud que exige inventar categorías nuevas = un nuevo lugar de lo político???

Por parte del capital, la lectura de estos procesos parece ser clara: lo que sale de sus múltiples bocas no es otra cosa que la expresión de un triunfo que pretende no dejar nada fuera, el triunfo de una realidad desvergonzadamente única; el triste reinado de un mundo, finalmente solo, del que resulta impensable apearse, si no es para adentrarse en las sombras del no-mundo, que siempre le acompaña, de la exclusión.

Para no entrar en detalles de lo que sobradamente sabemos, de lo que con la insistencia de un taladro escuchamos cada día, una frase (emitida por la boca más elocuente del capital, la publicidad) lo dice todo: ¿qué mueve el mundo, el dinero o las ideas? Por primera vez el dinero y las ideas van juntos...Banco XX

Por parte del "pensamiento crítico", las hipótesis son muchas; y las posibilidades de perderse muchas más. Para situar provisionalmente las cosas, podemos localizar los caminos que se nos ofrecen en el abanico que se abre en el cruce de tres cuestiones:

la crisis del trabajo (como centro del conflicto político)

la crisis del sujeto (como portador del cambio revolucionario)

la crisis de lo real (como aquello que debe ser transformado)

Es a partir de estas cuestiones que podremos esbozar nuestro mapa.

A) El primer camino es el que se abre cuando la crisis que ha sufrido el trabajo respecto a su configuración típicamente fordista es valorado como una modificación coyuntural, o a mucho estirar, como una evolución o maduración, que para nada cuestiona sus parámetros esenciales. Para las tendencia que parten de ahí, propias de la izquierda más fosilizada y cada vez menos poblada, el fin del Estado del Bienestar, de los treinta años gloriosos de acumulación capitalista, no debe ser confundido con la emergencia de un régimen nuevo de producción. ¿Que las cosas han cambiado? Sí, la crisis ha resultado en un refuerzo de la supremacía del capital, y frente a ella sólo cabe empujar en una dirección: la RECOMPOSICIÓN de la clase obrera. Desde ahí debe quedar resuelto todo cuestionamiento del sujeto político y todas las dudas que plantee la transformación de lo real.

B) Un segundo camino es el que emprenden las lecturas que, sin renunciar a la teoría del valor trabajo y a su centralidad, se esfuerzan por leer en los cambios ocurridos la emergencia de nuevas formas de producción: el postfordismo. Hay ruptura sí, pero la ruptura de un desplazamiento que permite extrapolar, reconfigurándolas, las categorís de la sociedad-fábrica. Trabajo - explotación - sujeto político - comunismo: éste sigue siendo el eje conceptual que debe permitirnos leer lo real a la luz de su transformación futura, pero cada uno de sus términos ha cambiado de naturaleza. En lo que estas lecturas llaman "subsunción real", el trabajo se ha hecho eminentemente inmaterial y cooperativo (General Intellect) y la explotación se ha extendido, más allá de las paredes de la fábrica, a toda la sociedad y a todo el tiempo de vida. Frente a ello no hay, evidentemente, recomposición de la clase obrera que valga: lo que se impone ahora es la CONSTITUCIÓN de un sujeto político colectivo, a partir de la potencia creativa y cooperativa que se sitúa independientemente de la organización capitalista del trabajo y que expresa el poder constituyente de la multitud.

A partir de esta nueva matriz del trabajo (este intelecto general produciendo en cooperación, esa vida involucrada por entero en la reproducción social que hace estallar la ley del valor y pone de manifiesto que el trabajo asalariado es ahora una imposición irracional del mando capitalista) el objetivo, entre otros, de un Salario Social se hace, obviamente, central: y no como una reivindicación sino como una consecuencia lógica. El salario social es el salario que corresponde a la cooperación social.

C) En este mapa casi esquelético que estamos dibujando nos queda aún un tercer camino por recorrer: ¿qué pasa cuando de los procesos que estamos describiendo se concluye que la identidad-trabajo ha sido socavada y que por lo tanto el trabajo como valor político ha dejado de ser central? ¿Qué pasa cuando la precariedad se hace condición generalizada y, por lo tanto, el trabajo es el solo medio de conseguir dinero (la precarización se acompaña de una monetarización también generalizada)? La repercusión sobre las dos cuestiones que inseparablemente acompañan a la crisis del trabajo es inmediata. 1) el sujeto, estallado, entra en una crisis para la que se hacen impensables recomposiciones o constituciones; 2) la realidad misma nos asalta: su problematicidad pasa a un primer término. Lo real, como aquello que se nos resiste y debe ser transformado, se hace problema.

Llegados ahí, el camino a seguir no es de dirección única. La problematicidad de lo real ofrece, principalmente, dos vís, de consecuencias extremadamente opuestas:

una, sería la que representa el pensamiento más tópicamente postmoderno (máximo exponente Baudrillard). Sin posibilidad de distancia respecto a una realidad hecha simulacro, sólo nos queda hundirnos en la evanescencia sin fondo de las pantallas que la componen. Hundidos en la pantalla... porque hemos abandonado el barco.

frente a esta deriva más bien impotente, hay otras vías: verse entregado a una realidad que no podemos tocar, porque es una realidad que a la vez construimos y se nos escapa, una realidad que aunque se dice de muchas maneras es única y obvia porque incluye (porque la confirman y la conforman) todos los posibles, exige emprender una política nocturna: una política para la cual la política no puede ser pensada ya como una correlación de fuerzas (entre sujetos) sino como una guerra entre mundos en la que el cuerpo está involucrado. Lo social, liberado de la forma sujeto, se hace espacio, o más concretamente, espacio del anonimato: no hay entonces, como decíamos, constitución de un sujeto ni, mucho menos, reconstitución de la clase obrera. De lo que se está hablando entonces es de la UNILATERALIZACIÓN de la ambivalencia que nos atraviesa. Unilateralizar: es lo que hacen todas aquellas prácticas que abren un a parte, que haciendo del espacio su palanca, abren mundos capaces de declarar la guerra a la triste pero triunfante soledad del mundo en que estamos.

Una de estas prácticas es la que pone en marcha lo que en Barcelona hemos venido llamando "dinero gratis". El dinero que, por contraposición al salario social, ni se reivindica ni se pide: se da. Un dinero-don, un uso de la moneda que a la vez que hace estallar la lógica de la valorización se libera del todo de la centralidad del valor-trabajo. La única pregunta que abre es: ¿cómo darse dinero? Podrímos responder: expropiando, okupando, haciendo gratuitos los transportes, y un largo etc que debe hacerse cada día más largo. El mismo interrogante puede entonces prolongarse preguntando ¿y cómo cuidar del don para que se reproduzca?

Hasta aquí el abanico de lecturas e hipótesis que se abren a partir de lo que hemos llamado "procesos de descentralización de la clase obrera". No se trata de ahogar la discusión de estas jornadas en una conversación estéril acerca de qué teorías son las más acertadas o de quién tiene más razón. Esto sería convertir en problema intelectual propio de la tranquilidad de un campus lo que tiene que ser las herramientas que nos permitan hacer brillar la teoría y sus efectos en toda su desnudez. Y esto es lo que os proponemos hacer en el choque con las preguntas que hemos planteado y que a continuación presentaremos.

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